Pocos placeres se comparan con una copa de buen vino frente a un plato de mariscos frescos o un pescado recién preparado. Pero para que esa combinación realmente brille, el maridaje debe ser preciso. No se trata solo de blanco con pescado: se trata de encontrar la armonía justa entre acidez, frescura y textura.

Los pescados blancos, como la merluza, el lenguado o el róbalo, funcionan de maravilla con un Sauvignon Blanc chileno: su acidez vibrante y notas cítricas realzan la suavidad del pescado sin dominar el plato. Para mariscos delicados como ostiones, almejas o camarones, un Chardonnay joven, sin paso por barrica, aporta cuerpo ligero y una paleta de sabores sutil que respeta los sabores del mar.

¿Salmón o atún? Ahí el juego cambia. Estos pescados más grasos requieren un vino con más estructura: un Pinot Noir ligero, con notas a frutos rojos, es una opción sofisticada que sorprende. Y si quieres salir de lo convencional, prueba con un espumante Brut: la burbuja limpia el paladar y realza el umami marino.

Un consejo final: la temperatura importa. Los blancos para pescados y mariscos deben servirse fríos, entre 8 y 10 °C. Esa frescura no solo resalta el vino, sino también la textura y sabor del plato.

Entradas recomendadas

1 Comentario

  1. Hi, this is a comment.
    To get started with moderating, editing, and deleting comments, please visit the Comments screen in the dashboard.
    Commenter avatars come from Gravatar.


Añadir un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *